Hoy se conmemora el Día del Holocausto en Israel, donde se han escuchado las sirenas y el país se ha paralizado durante dos minutos. El “recuerdo” como concepto, proviene de la sabiduría del alma y hay cosas que nunca debemos olvidar. Esto es algo crítico que nos acompaña a lo largo de nuestra historia como pueblo.
Sin embargo, también debemos recordar que hemos sido elegidos y que cada uno de nosotros está aquí en el mundo por un propósito mayor que nosotros mismos. Conocer nuestro propósito es esencial, ya que nos define no solo como pueblo, sino también como individuos en relación con toda la creación. Esto nos permite tomar responsabilidad para inspirar e iluminar al mundo que nos rodea.
Sabios de nuestro pueblo han enseñado que en el silencio se puede encontrar el infinito, el “Ein Sof”. Pero hay distintos niveles de silencio: el silencio impuesto y el silencio primordial. Es en este último donde nosotros y el Creador podemos encontrarnos, en un silencio que trasciende lo capturable y comprensible.
Este es el silencio del alma judía, un silencio que lo expresa todo. Un silencio que no calla, sino que nos hace avanzar en nuestro camino hacia nuestro propósito en el mundo. Nuestra esencia como pueblo es “Lej Leja”, seguir avanzando y no estancarnos ni paralizarnos.
En momentos en que otros pueblos del mundo acostumbran a callar y frenar, nosotros nos encontramos en unicidad y decidimos avanzar, iluminar, inspirar y transformar. Como dijo Albert Einstein, “en la gente es como con las bicicletas, solo cuando estamos en movimiento podemos mantener el equilibrio, el movimiento es la prueba de estar vivos y para eso estamos aquí”.
Finalmente, nuestra alma es comparada con la llama de una vela, “Ner Hashem Nishmat Adam”. Al igual que la llama siempre está en movimiento, nuestra alma siempre avanza y aspira a más para cumplir con su propósito en el mundo.
Que la redención llegue pronto y nos traiga bendiciones.