Tiempo atrás*, un hombre de negocios emprendió un viaje con su carruaje y su cochero a una ciudad lejana en vísperas de Shabbat y decidió quedarse allí para el fin de semana, alojándose en un hostal.
Poco antes de comenzar el Shabat, él y su cochero decidieron ir al hostal para ducharse y arreglarse para ir luego a la sinagoga.
El hombre de negocios ya preparando su ropa lujosa para el Shabat con un traje largo y un sombrero especial, vio en el camino un carruaje atascado en el barro y decidió ayudar, sintiendo que se le presentó desde el cielo una oportunidad única de ayudar.
Sin tener experiencia alguna en el tema causó mas daño que ayuda y terminó manchando, rompiendo sus ropas caras y recibiendo raspones y golpes por todo el cuerpo.
Mientras tanto, su conductor guardó su carruaje y fue a la sinagoga preparado con calma y alegría, incluso propuso a diez personas necesitadas a su cena de Shabat.
El hombre de negocios pasó un mal fin de semana sin sentir que cumplia con su propósito, frustrado y sin ánimo.
Después de los 120 años, cuando ambos subieron al cielo, fueron juzgados como “almas errantes”.
Les dijeron que debían volver a la tierra por haber ocupado su tiempo en la misión del otro, sin cumplir con su propio propósito.
Al hombre de negocios le tocó comportarse como tal y poner sus talentos específicos en práctica, y al conductor del carruaje dedicar su tiempo a aquello que mejor sabe hacer.
Esta historia nos enseña que cada uno tiene un propósito y par ende recibe las fuerzas necesarias para concretarlo.
No dejes pasar mas el tiempo, invierte en ti, escucha tu alma y comparte tus talentos. El mundo está esperando lo único que solo tú puedes dar.
*Traducción libre de la historia que compartió el Rebe de Lubavitch en nombre del Rebe Anterior (Rabbi Yosef Itzchak) en una reunion jasídica. Fuente: Torat Menajem תשט״ו tomo 14, Charla sobre el 13 de Tamuz.